lunes, 24 de mayo de 2010

Psicología y contrapsicología: El poder de lo instituyente y el devenir contrainstitucional

Comité Editorial Revista Pánico en crisis*


La contrapsicología es un movimiento social contemporáneo nacido en Barcelona en la década de los noventa que encuentra sus bases principales en la antipsiquiatría. La contrapsicología es fundamentalmente un intento de recoger la experiencia de la antipsiquiatría, y también de otras corrientes críticas, para aplicarla y desarrollarla en el campo de la psicología. De manera general, la contrapsicología es denuncia del modelo clínico ya que terapia significa servir y cuidar el status quo, es estudio desde una posición crítica sobre el pretendido status científico de la psicología y también es actividad, en la medida en que intenta articular un movimiento que lucha por los derechos de los ciudadanos que caen en el sufrimiento emocional, en la locura, en la marginación, producto de situaciones complejas que dependen del contexto histórico-social actual. De este modo, el sentido de la contrapsicología es humanizar la psicología, ponerla al servicio de la ciudadanía y no bajo los intereses de la dominación, denunciar la psicología institucional como ideología y cuestionarla en sus implicancias, fundamentos y prácticas.

De manera general, la psicología asume como ideología y fundamento la realidad individual y la diferenciación mente-cuerpo. La conexión básica es que en el individuo existen como ámbitos diferentes una cierta base orgánica, una actividad mental y determinados comportamientos, existiendo una relación causal entre ellos: la base orgánica produce alteraciones mentales y éstas a su vez producen alteraciones en el comportamiento. Así, el modelo médico en psicología tiene dos vertientes: una que pone énfasis entre la neurología y la actividad mental (psicología con fundamento psiquiátrico) y la que relaciona actividad mental y comportamiento (psicología influida por el psicoanálisis y el enfoque cognitivo-conductual). El modelo médico en psicología es lo que se puede denominar enfoque clínico, en cuanto supone, como modelo médico, la diferencia entre salud y enfermedad, la idea de curación, la idea de terapia. Entonces, cuando se habla de terapia ya se está hablando de enfermedad, cuando la terapia es individuo-individuo tenemos la intervención clínica. Para Masson (1993) la tiranía de juzgar como inadecuada la vida de otra persona, fue y es la fuente misma de la psicoterapia. De este modo, la estructura de la psicoterapia, es tal, que no importando cuán bondadosa sea una persona, al convertirse en terapeuta, él o ella se comprometen en actos que forzosamente van a disminuir la dignidad, autonomía y libertad de la persona que acude en busca de ayuda.

En definitiva, el mecanismo ideológico contenido en la psicología en general se configura a través de la sucesión de la individualización de los problemas (el origen del problema está en usted mismo, no en su entorno), seguida por su psicologización (sus problemas se deben a distorsiones subjetivas, no a factores objetivos), y luego por su franca naturalización (el fondo de esas distorsiones es fisiológico, y excede lo que usted pueda hacer de manera voluntaria). Frente a esto, desde el punto de vista epistemológico, es necesario construir un horizonte político que, en la teoría y en la práctica, sea capaz de realizar las operaciones ideológicas inversas a las del poder institucional de la psicología. Esto es, frente a la individualización, congregar. Promover la construcción de identidades colectivas, de grupos de encuentro, de iniciativas que implique tareas en común. Frente a la psicologización, objetivar. Promover la conciencia de que los problemas que aquejan a la subjetividad individual tienen un origen plenamente social, un origen que excede las posibilidades de un enfrentamiento aislado, meramente personal. Frente a la naturalización, historizar. Promover la conciencia de que esos problemas sociales que nos exceden como individuos derivan de contradicciones sociales globales, de la constitución de estilos de vida determinados por las necesidades de la explotación y la opresión (Pérez, 2009).

A su vez, esta serie de fundamentos conllevan unas prácticas opuestas, así se comprende la diferencia entre terapia e intervención psicológica:

- La idea de terapia supone una relación vertical entre experto y enfermo, supone que el problema es objetivo (no depende de problemas valóricos, influencias sociales e ideológicas) para el cual hay técnicas objetivas que se supone que el experto domina y aplica, técnicas que desde luego son previas al problema. La idea de terapia supone a un individuo, incluso en el caso de una terapia familiar porque al final se trata cada uno por separado, en el fondo la intervención va al cada uno. Sin embargo, a pesar de que la atención es al cada uno particular, la atención es homogeneizadora porque en el fondo los criterios técnicos son objetivos, se les aplica a todos la misma técnica y se espera de ellos el mismo rendimiento. Entonces es individualizante pero homogeneizadora, porque los estándares de logro son previos al problema y porque la enfermedad se trata como si fuera una desviación que hay que conducir a la normalidad. Es decir, la terapia en realidad lo que hace es aplanar las diferencias individuales en torno a estándares de logro objetivos y entonces promueve una integración homogeneizadora. La consigna en el fondo es: “vuelve a ser así como todos los demás”. De este modo, no es raro cuestionar el papel de la psicología institucional como mecanismo para adaptar y socializar adecuadamente a un individuo, hacerlo apto y funcional a un sistema social establecido. En términos de Foucault (2003) es el papel que cumple la psicología como institución de saber-poder.

Desde una perspectiva crítica, proponemos la posibilidad de reorganizar toda la psicología en torno a la idea de intervención:

- La intervención hace referencia a una relación horizontal en que no hay propiamente un experto y un lego, lo que hay es una relación de compartir y producir saber. No hay un saber estándar previo que aplicar, los procedimientos técnicos son desarrollados en la situación. La relación cotidiana en el fondo es: ver que ocurre en la comunidad, conversan, conocen algo de ellos mismos, deciden qué hacer, poniendo en juego una intervención sobre ellos mismos. Para hacer esto es esencial que el centro del asunto no sea el individuo sino la comunidad. Es la comunidad la que comparte saber, comparte problemas, se conoce mejor y decide acciones sobre sí misma. La intervención, al revés de la terapia, está centrada en la comunidad y es diferenciadora, lo que la comunidad aprende en este ejercicio de producir saber, es a respetar las diferencias presentes, o sea, es una terapia que no es individual pero que favorece a los individuos en tanto hace posible una integración diferenciadora no homogeneizadora. Del mismo modo, los estándares de logro en esas comunidades son consensuales, no están puestos desde un experto (en ello se diferencia de toda terapia grupal e intervención en psicología comunitaria). En definitiva, no se trata de aplanar las diferencias sino de validarlas, entonces se ponen en duda esos modelos estandarizados que representan la normalidad.

En definitiva, el horizonte político especifico que debería surgir de esto es el de devolver al ciudadano común la conciencia de manejar por sí mismo, sin mas amparo que sus grupos habituales de pares, sus propios problemas subjetivos. La conciencia de que no hay de hecho, y no debería haber, en el ámbito de la subjetividad, un juicio experto que pueda superponerse a sus propias capacidades de acción, personales en su relación grupal (Pérez, 2009).

El enfoque crítico que aquí hemos querido especificar supone una serie de elementos: nunca el problema es el cuerpo, siempre el problema es el sujeto. No se trata del individuo, se trata del sujeto situado socialmente, entonces el contexto forma parte del individuo, lo constituye. No se trata del aquí y el ahora, siempre los problemas del sujeto situado tienen que ver con el pasado y el proyecto. Entonces hay que situar al sujeto en su contexto y en su tiempo. La idea de intervención psicosocial esta centrada en el sujeto, situado socialmente, desarrollando sentimiento de comunidad, que valida las diferencias y está centrada en un hacer significativo, estas significaciones vienen de la historia y el proyecto.

A modo de conclusión, afirmamos que los fundamentos y prácticas de la psicología institucional son efectos históricos de un orden social que asegura la explotación y la dominación. No queremos caer en la estupidez de los inteligentes y pensar en el mundo real sino en un mundo posible, para ello hay que volver a pensar de manera radical, pensar nuevos fundamentos e idear otro tipo de prácticas, recoger lo que la crítica ya ha sido capaz de hacer y construir un nuevo movimiento contestatario que esté a la altura de los nuevos tiempos, en una era que tiende a ser cada vez mas totalitaria a medida que sus mecanismos de control son mas sutiles.

Referencias


Foucault, M. (2005). El poder psiquiátrico. Buenos Aires: FCE.

Masson, J. (1993). Juicio a la psicoterapia. La tiranía emocional y el mito de la sanación psicológica. Santiago de Chile: Cuatro Vientos.

Pérez, C. (2009). Sobre la condición social de la psicología. Santiago de Chile: LOM.

Manifiesto Clínicos 2010

Hay hechos que son evidentes y forman parte de nuestra realidad social: una señora de clase acomodada acude a una terapia humanista o psicoanalítica, paga por un masaje tailandés o asiste a clases de yoga, por el contrario, su misma nana acude al consultorio donde es escuchada por un psicólogo/a media hora y el/la psiquiatra de turno le receta los psicofármacos mas baratos que la mantienen sedada la mayor parte del día. Estos datos no son “duros”, ni representan la realidad natural, objetiva, externa, lo sabemos, pero dan cuenta de algo mucho más brutal, son datos socioeconómicos que dan cuenta de nuestra desigual realidad chilena. Para comprobar estos datos no hace falta construir un laboratorio (seria de una ingenuidad enorme) hace falta algo mucho más sencillo, de sentido común: basta con pasearse y echar una mirada por los barrios de Vitacura y Pudahuel ¿Cómo la psicología logra desenvolverse en contextos tan distintos, sin olvidar que apunta al mismo fin: promover el bienestar y la salud mental de los chilenos?

De manera general, los programas de psicología de las Universidades chilenas no se hacen cargo de las enormes desigualdades socioculturales de nuestra sociedad que determinan de manera directa el bienestar subjetivo de la población, tampoco se hacen cargo de las consecuencias ético-políticas del ejercicio de la disciplina, y en mayor medida reproducen sin cuestionamiento alguno la ideología científica y sus efectos estigmatizadores, discriminatorios y reproductores del status quo, muchas veces con ayuda de la disciplina psiquiátrica y el poder del Estado.

Nosotros como futuros psicólogos clínicos no estamos dispuestos a callar ante todo esto que nos parece evidente, la psicología no debe estar al servicio de los intereses de la dominación y la desigualdad, bajo los cuales nace y tiene sentido. No podemos seguir reproduciendo el orden establecido y seguir siendo cómplices de la psicología institucional, la crítica es la esencia de la transformación de nuestra realidad y para ello es necesario un cambio radical de la psicología actual. Otra psicología es posible, y debe luchar por los derechos de autonomía del ciudadano, por una sociedad mas justa y humana, donde la diferencia sea aceptada como diferencia y no como desviación, trastorno o enfermedad mental. Más allá del acatamiento sumiso del disciplinamiento institucional y las responsabilidades académicas es hora de pensar otro mundo posible donde la psicología como institución de saber-poder no sea necesaria, es momento de construir organización estudiantil por una psicología al servicio de la sociedad y su transformación.





Organización chilena de estudiantes de psicología
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Boletín de contrapsicología y estudios críticos
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